Teatro Fácil para un público Difícil



La frase del título que elegí contiene dos partes que reflejan algo de lo que habitualmente escuchamos, o podemos escuchar, a lo largo de nuestra tarea de artistas trabajando para el público infantil. Desde el mundo del teatro y desde el mundo del público. Muchas veces entre hacedores de teatro se desvaloriza o se simplifica un trabajo diciendo: “es para niños, ponemos unas músicas, unas telas de colores, unos títeres y la vamos llevando”. Por otro lado escuchamos de parte del público en general, que el público infantil es muy exigente y sincero; se tiene una idea, en mi opinión errónea, que si a los niños no les gusta algo lo dicen o lo hacen saber, si no les atrae la propuesta conversan o se “portan mal”. Mi experiencia es que el teatro que nosotros hacemos con L’Arcaza Teatro para niños no es tan “fácil” y al mismo tiempo el público no es tan “difícil”.
En lo que a nosotros respecta el teatro para niños antes que nada es teatro. Y como todo el teatro es complejo. El teatro está compuesto de muchas partes, disciplinas, puntos de vistas, etc.  Voy a hacer algunas observaciones obvias pero no por eso menos importantes: Generalmente en lo que llamamos teatro o momento de representación, conviven estos dos mundos, los actores que generalmente son los que hacen algo, se mueven, cuentan una historia, cantan, son los que proponen donde se sienta el público, cuando se hace silencio, para donde se mira, cuando empieza y cuando termina. Del otro lado o alrededor, está el público que generalmente espera, que reacciona a veces en conjunto, a veces individualmente, pueden hacer silencio, pueden participar, hablando o riendo o aplaudiendo. Generalmente los actores son menos que el público. El público se comporta como una masa de individualidades si, pero se percibe como masa. Generalmente los actores saben cómo es la obra que van a hacer, tienen algo parecido a un mapa de ruta. Los espectadores prestan su atención y se disponen a compartir un momento que promete y pretende ser entretenido. Lo que comparten estos dos mundos es la expectativa por lo que va suceder en este encuentro, los dos lados esperan que algo diferente suceda cuando se crucen. Un encuentro singular que se da; en ese momento en ese lugar y con esas personas, alrededor de una historia que será vivida conjuntamente. A este acontecimiento compartido le llamamos teatro.
Lo particular que tiene el teatro para niños, es que hay lo que llamamos niños y niñas de edades variables, algunos habrán asistido ya al teatro, para otros podría ser su primera vez, pero también hay lo que llamamos adultos, ya sea maestras, padres, madres o familiares, que también algunos saben lo que es el teatro, otros nunca volverían. A veces los adultos son la minoría, a veces no. Lo más importante o lo que hace particular al trabajo con niños es que el público tiene definitivamente un espectro amplio de edades, desde los dos años hasta los setenta.  La pregunta que nos hacemos siempre que pensamos en ese tipo de teatro es ¿Cómo trabajar para este espectro tan amplio? Nosotros lo resolvimos trabajando distintos niveles de comprensión y atención, generando un tejido de atracciones en la obra que contenga un discurso interesante para todas las edades, tanto a nivel de situaciones, el texto, las palabras como de interpretaciones, con esto me refiero a los lenguajes de actuación.  Es así que en nuestras obras siempre pensamos en intercalar elementos que sean accesibles para todos. Lo más probable es que algunas de las cosas que hacemos no las entienden los más pequeños y otras sean difíciles de entender para los adultos. Así que vamos componiendo, trenzando estas cosas para armar nuestra trama que finalmente es el espectáculo. Al final nos dimos cuenta que también estos públicos diferentes disfrutan cuando ven que otros disfrutan, así los chicos se ríen con la participación de los grandes y viceversa.
Nuestro trabajo previo al teatro para niños fue el trabajo callejero desarrollado desde el lenguaje del clown. Estas dos cosas fueron muy importantes para llegar a crear nuestro lenguaje. En la calle, el público que asiste a la obra rara vez vino a verte exclusivamente, es decir es tomado de sorpresa cuando pasaba por ahí, no paga una entrada sino que deja el dinero al final, si es que lo deja. El espacio es abierto y hay muchas fuentes de distracción, o focos de atención, por lo que es necesario ejercitar la presencia actoral al máximo. Las edades también tienen un amplio espectro, y además puede suceder cualquier cosa, desde la intervención de perros, ambulancias, parlantes móviles, lluvia...cualquier cosa. El trabajo de calle te da espalda y proyección, tu cuerpo trabaja hacia todas las direcciones y debe llegar lejos, atrapar al último, percibir el que se mueve para que con un gesto no se vaya aún del ruedo. Por otro lado el clown busca una comunicación cercana y fluida con la platea y nos acerca muchísimo al pensamiento del niño y su forma de ver el mundo. El clown percibe la realidad desde una lógica diferente a la del adulto. Muchas veces lúdica, muchas veces absurda, o abre una posibilidad para utilizar la imaginación. Con el clown podemos imaginar que las cosas pueden ser de otra forma, permitirle a la realidad que sea alterada, podemos pensar cosas imposibles de realizar, estas son las cosas que muchas veces generan risas o sensaciones de bienestar. El humor aparece como una alteridad que sacude la forma de pensar estandarizada o la forma adulta de pensamiento. De esta forma yo puedo preguntar a los niños “¿para qué tengo la cabeza?” y muchos pueden responder para pensar o para ver o para oír, y yo contesto “para llevar el sombrero”. Entonces extendemos una invitación a un pensamiento lúdico o lateral o alternativo, tonto o loco. Esto a los niños los estimula y les permite imaginar. Cuando descubrimos esta capacidad de imaginación que tenemos  nos dimos cuenta que con los niños podemos hacer cualquier obra, siempre que los invitemos a jugar. De esta forma, en nuestros espectáculos jugamos a que contamos una historia, y como estamos jugando a eso podemos hacer cualquier cosa. En un momento podemos contar y en otro momento con solo un elemento podemos ser una animal o una cosa, en otro momento hablar con ellos, en otro momento cantar. Esta invitación a imaginar es más poderosa que cualquier escenografía, que cualquier vestuario, es como cuando jugábamos con cajas de cartón y palitos de madera, que con nada hacíamos todo. Debemos jugar pero jugar de verdad. Lo que nos dimos cuenta también, es que tanto los niños como los adultos comparten esta capacidad y pueden sintonizar, juntos.
Con esta idea de teatro que se basa, en el poder de la imaginación del espectador, hemos montado nuestros espectáculos de bajo presupuesto, mínimo despliegue y máximo rendimiento. Decidimos ir a las escuelas a hacer funciones y para eso debíamos adaptarnos a cualquier espacio. Tuvimos que armar por decirle de alguna forma una sintaxis del espacio. Para nosotros el espacio narra, y en realidad es el uso del espacio lo que cuenta. Nuestro trabajo es generar un espacio de atención con nuestros movimientos, un lugar donde se concentra la atención. Después que establecemos este marco en donde actuar se puede romper y algún actor puede abrir el espacio metiéndose entre el público para luego volver al ficticio escenario. Encontramos dentro de nuestro escenario imaginario lugares de preferencia para la atención. Hay un centro, un frente, un fondo, encontramos líneas y círculos, diagonales, y niveles o alturas. Entonces usamos todas estas cualidades para mantener o para renovar la atención de los espectadores. El espacio contiene otros muchos espacios. A su vez los discursos de cuenta historia y escena se van mezclando para entrar y salir del contacto con el público.
Nuestros trabajos también tienen música que generalmente ejecutamos en vivo. Son sobre todo en formato de canción que también utilizamos para narrar. Soy generalmente el encargado de componerlas y lo que puedo decir es algo que tiene que ver con mi infancia. Cuando era chico no me gustaban las canciones para niños, me parecían ñoñas, me gustabas las canciones que se escuchaban en la radio para “grandes”. Cuando empecé a tocar la guitarra en la adolescencia y me cruzaba con niños le tocaba alguna canción para niños pero ellos insistían en escuchar las que eran más roqueras o para grandes, y yo los entendía. Así que ahora cuando hago canciones para nuestras obras tengo muy presente este sentir. Para mi las canciones deben transmitir, nada más. Así como la escena, las canciones tienen una dinámica que comunica, tiene una espina dorsal que está diciendo algo antes que le escuches la letra. El ritmo, la cadencia, la estructura. Una canción nos trae un aire a…se parece a… es heroica o alegre o triste o divertida. Necesita un estribillo o no lo necesita. Lo mismo con las palabras que utiliza y como están dispuestas.
Por último voy a hablar de algo que me di cuenta que hacemos que tiene que ver con la moraleja o la moralina o el deber ser. Nos hemos encontrado en muchas oportunidades con el prejuicio de que el teatro para niños debe aportar un mensaje. Creo que L’Arcaza Teatro se preocupa más por promover valores positivos con nuestra forma de actuar, de pensar nuestra tarea, nuestro trabajo y de la manera que tenemos para dirigirnos a los niños que con los mensajes llenos de palabras y puestos al final de las obras. Creo que porque de hecho no tenemos mucha certeza sobre la vida y la sociedad. Intentamos tomar los aportes de ellos sin reprimirlos, tratamos de nunca decir “eso no” decimos “puede ser” y luego proponemos una cosa diferente invitándolos a pensar otra posibilidad. Cuando elegimos nuestras obras para hacer, lo hacemos por gusto personal y porque se nos ocurren cosas divertidas con ellas y sobre todo porque nos plantean desafíos como creadores. Intentamos que nuestro trabajo no sea didáctico sino entretenido, lo didáctico nos aburre y nos desmotiva. Creo que nuestros espectáculos expresan más por la forma de comunicación que hemos establecido con la platea que por lo que se dice en ellos. Apostamos al encuentro que se da en ese espacio de tiempo con seres que desean compartir, sin importar que tan jóvenes o viejos parezcan ser.

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